Diez años.

Este blog lo publiqué hace tiempo, pero por
lo visto no pudieron incluir comentarios.
Aquí está de nuevo, espero que ahora sí se pueda.

Y desperté amándote como si toda la vida te hubiera tenido a mi lado. Te sonreí, te abracé y te dije "felices 50 años de casados". Tantos mundos, tanto tiempo, tanto espacio, y coincidir. 

Sus labios se acercaron lentamente. Pasaba saliva y el corazón me explotaba, las manos me sudaban, una punzada en el estómago se hacía presente. Era él, que con su galanura, su inteligencia y su humor negro empezaba a enamorarme. 

Teníamos 16 años y todo era divertido y bonito. Luego de dos meses de noviazgo terminamos. Fugaz, efímero... pero me marcó, nos marcó para siempre. Pasaron dos años sin que volviéramos a hablar. Un día fue a buscarme. Me dijo que él quería ser mi amigo; y así fue.

Diez años. Hoy él en Holanda, yo en México; miles de millas de separación y aún estamos en contacto. Se ha vuelto un amigo , un amor platónico, un seguidor incansable, un novio eterno, un pretendiente audaz, pero sobre todo, con él he aprendido que es mejor un paso seguro que mil sin saber dónde piso. Ha sido mi mejor porrista, mi admirador número uno en todos estos años.

Dicen que soñando nueve noches con una sola persona se vuelve realidad el que hagan una vida juntos. Así lo soñé hace más de 5 años. Nos hemos jurado que aunque pasen los años, aunque pasen los mundos, él y yo seguiremos eternos, como amigos, como escuchas, como lo que sea, pero seguir.

Te quiero ver todas las mañanas, quiero compartir contigo mi vida, mis sueños y anhelos. Quiero despertar y verte para sonreír; saber que te tengo, me tienes y que no hace falta nadie más. Así ha sido nuestra amistad. Eterna, incesante.

Que el mundo vuele, que el mundo gire. Yo sé que él estará ahí para mi y yo para él.

Este blog te lo debía, y con mucho cariño y respeto lo escribo. De aquí a Holanda, allá, en esas tierras frías recibe un caluroso abrazo con el calor de México, tu México, mi México, el nuestro. 

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