jueves, 29 de octubre de 2009

Resurgir, renacer, revivir.


Yo nací un 27 de abril del 2005. Mi madre fue la tierra y fuimos 34 hermanos los que nacimos ese mismo día. Hablo de Veracruz y el temazcal que me hizo vibrar, me hizo renacer, me hizo despertar.

Veracruz me envolvió con su misticismo, su olor a tierra húmeda y su calor húmedo. Fue un viaje de desconstrucción y reconstrucción del alma, del cuerpo, del amor propio.

Mi condición física distaba de ser buena y el viaje en sí requería de bajar un sendero estrecho para llegar al Río Filobobos, o caminar kilómetros para llegar a zonas arqueológicas como Cuajilote, Vega de la Peña, Tajín.

Experimenté el cansancio extremo. La inmensidad de la naturaleza me invadió, se impuso ante mi como un Dios y sólo me quedó postrarme ante flora y fauna como centro de todo.

Por esos años tuve un mal de amores. Un alguien que marcó mi vida y mi destino de dolor fue el responsable de que Veracruz me interrumpiera de su paz, su silencio absoluto y su olor a vida... la que a mi me hacía falta.

Tuve tantas ganas de morir ahí, quedarme tirada en medio de la tierra, del bosque. Habían sido muchas las caídas durante el trayecto para el Río Filobobos y mi cuerpo no respondía más. los brazos, las piernas, la espalda. Todo era un rompecabezas de mil piezas que sólo se unía por el corazón. Y quise gritar de desesperación, pero parecía que nadie me oía. estaba sola: era solamente yo contra mis pensamientos y sentimientos.

Fue en Veracruz, fue su temazcal y fue la experiencia misma el inicio de mi fin, del fin, de nuestro fin. Tardé aún casi un año para dejarlo, para valorarme y saber que debía seguir adelante sin él.

Yo nací un 27 de abril después del temazcal, pues se considera que es un útero., y que quien sale de ahí, vuelve a nacer con nuevos bríos y una nueva personalidad.

En ese temazcal, que duró como 45 minutos, pasamos por diversos "mundos", y al final cada uno de los ahí presentes, 35 para ser exactos, hicimos una promesa personal que expresamos en voz alta cada uno. La mía fue muy clara: no dejar jamás que nadie me volviera a pisotear, además de abandonar todo lo que me lastimara, ya fueran personas o cosas.

Dejarlo fue como respirar a bocanadas grandes después de la asfixia. Recuerdo que fueron momentos de sumo dolor; abracé a esa niña chiquita de cabello rubio que todos llamaban "Chelita"; la llené de besos, la cuidé, la curé, la procuré. La volví a amar como ni ella misma lo había hecho jamás. Abracé mi vida con tantas fuerzas para no volverla a soltar jamás. Me afeerré a mi, a mi amor con tanta vehemencia para no sufrir más. Sudé el dolor, lloré hasta el cansancio y aún más a morir. Y tuve miedo, y quise detenerme también, pero ya no podía: necesitaba amarme de nuevo a mi misma.

Extendí los brazos y respiré el profundo aroma de la vida: fue un renacer. Y hoy estoy aquí, tan viva, tan entera, tan mujer; tan amada, deseada y feliz como nunca, como hoy, como mi presente. Y no: el amor y el desamor no te matan: Te hacen más fuerte

4 comentarios:

  1. Chelita, soy testiga de esa transformacion y me da nucho gusto la mujer que ahora veo en ti, contenta, con confianza, con esa alegria que te caracteriza, con esas ganas de vivir y de descubrir la vida, Recuerda siempre, que nadie tiene derecho a quitar tu alegria, tus sueños y tus ilusiones, sigue adelante, me faciono tu vivencia, te quiero

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  2. muchas felicidaes, contgia de energia y emocion este relato, vale la pena de esa forma morir y volver a nacer.

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  3. ¡Yo estuve ahí! Recuerdo perfectamente ese memorable viaje. Te quiero mucho.

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  4. Órale, toda una experiencia, sin lugar a dudas.

    Leer relatos así son una invitación a aventurarse para aquéllos que somos más ociosos.

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