Cría cuervos
Mi tía Dolores dejó de sonreír hace más de 10 años, cuando el hombre de su vida la dejó de amar y todo cuanto ella había hecho por él quedó en un álbum de fotos en el baúl de los recuerdos.
Él era lo que ella buscó siempre: un hombre apuesto, preparado, de buena familia; alguien que le aseguraba casa, niños, patio con perros, camioneta de viajes y amor, mucho amor.
En su casa jamás faltó nada de despensa. Llegar a su hogar era como entrar a la de un gigante. En su refri de dos puertas había de todo. Y no sólo eso: había productos que aún no llegaban a la tiendita de la esquina. Cajotas de cerealote, cajotas de leche de 3 litros, galones de chocolatote Hershy's. Y todo era basto: el amor, los hijos, las mascotas, los viajes, los carros y más aún, la felicidad.
Mi tío llegaba de trabajar, comían todos en familia a las 15:00 horas. Se sentaba justo donde pudiera ver el noticiero ECO; a su izquierda mi prima y mi primo, y a su derecha, mi tía quien llevaba de la estufa la olla hirviendo de sopa. Hacer de comer era su pasión; recogía a mis primos de la escuela y mientras hacían tarea, ella terminaba de cocinar y de arreglarse con tubos el cabello. Se pintaba, y se ponía más guapa que siempre para comer con su familia.
Había dejado de trabajar por petición de mi tío, para atender mejor a "los niños", que conforme crecían, exigían más tiempo, dedicación y cuidados. Eran tiempos en que mis tíos se llamaban de cariño "pato"; se tomaban de la mano, se daban besos de piquito en la boca aún frente a la gente.
Habían sido novios durante cinco años. Ella lo adoraba y lo amaba, como hasta la fecha lo hace, y él era en cuerpo y alma para ella. Él fue durante años un marido responsable, un padre amoroso que veía por la escuela de sus hijos, sus tareas, su formación profesional y el deporte como arma para el desempeño físico y mental.
Ella reía a carcajadas como matraca. Tenía las líneas de la sonrisa más marcadas que nada. Durante años estuvieron así, hasta que él cambió. Dejó de llamarle “pato”, dejó de abrazarla, besarla. Más aún: dejó de amarla.
Y aquellos niños que con tanto amor y cuidado educó; esos dos chiquitos que después de comer tenían una hora de inglés impartida por su papá, estos dos niños en quien ella confió su vida; sí, ellos, fruto de su amor, comenzaron a crecer y a maltratarla. "Ay mamá.. cállate, estoy hablando yo"; "¿tú qué sabes mamá?, no te metas", "te ves toda mal", "sí, ya sé que tú inventas todo; yo no te creo nada", “Estoy hablando yo, guarda silencio”.
A mi tía le cambió el semblante feliz y su alegría de matraca cuando lo que aún podía salvarla, terminó por arrastrarla a la depresión: sus hijos. Ellos que de un momento a otro se convirtieron en jóvenes adultos que dejaron de ver por ella, dejaron de quererla, cuidarla, procurarla y más aún: respetarla.
Ella dejó todo cuanto tenía por su familia, por sus hijos. Jamás hubo nada más para nadie que no fueran ellos y hoy no hay cosecha para ella.
Hoy tiene los ojos caídos y la voz quebrada de tantas lágrimas ahogadas. No le queda más. Todo por cuanto luchó está en otro lugar y ella sola. Toda la desbordante felicidad que emanaba aún sola quedó en un libro viejo arrumbado.
Ella y su amor eterno al hombre que la desposó y quien le juró amor eterno y cuidarla y respetarla TODOS los días de su vida hasta la muerte. Ella que con tanto amor cuidó, crió, educó, amamantó, apapachó y amó a dos hijos que hoy le pagan con sus malos tratos. Ella que todo lo ama, todo lo siente, todo lo cree. A ella dedico estas líneas, porque yo sé, que aún con todo esto, sería capaz de perdonar estos 10 años sin sonreír con una sola frase: “Te amo”.
Él era lo que ella buscó siempre: un hombre apuesto, preparado, de buena familia; alguien que le aseguraba casa, niños, patio con perros, camioneta de viajes y amor, mucho amor.
En su casa jamás faltó nada de despensa. Llegar a su hogar era como entrar a la de un gigante. En su refri de dos puertas había de todo. Y no sólo eso: había productos que aún no llegaban a la tiendita de la esquina. Cajotas de cerealote, cajotas de leche de 3 litros, galones de chocolatote Hershy's. Y todo era basto: el amor, los hijos, las mascotas, los viajes, los carros y más aún, la felicidad.
Mi tío llegaba de trabajar, comían todos en familia a las 15:00 horas. Se sentaba justo donde pudiera ver el noticiero ECO; a su izquierda mi prima y mi primo, y a su derecha, mi tía quien llevaba de la estufa la olla hirviendo de sopa. Hacer de comer era su pasión; recogía a mis primos de la escuela y mientras hacían tarea, ella terminaba de cocinar y de arreglarse con tubos el cabello. Se pintaba, y se ponía más guapa que siempre para comer con su familia.
Había dejado de trabajar por petición de mi tío, para atender mejor a "los niños", que conforme crecían, exigían más tiempo, dedicación y cuidados. Eran tiempos en que mis tíos se llamaban de cariño "pato"; se tomaban de la mano, se daban besos de piquito en la boca aún frente a la gente.
Habían sido novios durante cinco años. Ella lo adoraba y lo amaba, como hasta la fecha lo hace, y él era en cuerpo y alma para ella. Él fue durante años un marido responsable, un padre amoroso que veía por la escuela de sus hijos, sus tareas, su formación profesional y el deporte como arma para el desempeño físico y mental.
Ella reía a carcajadas como matraca. Tenía las líneas de la sonrisa más marcadas que nada. Durante años estuvieron así, hasta que él cambió. Dejó de llamarle “pato”, dejó de abrazarla, besarla. Más aún: dejó de amarla.
Y aquellos niños que con tanto amor y cuidado educó; esos dos chiquitos que después de comer tenían una hora de inglés impartida por su papá, estos dos niños en quien ella confió su vida; sí, ellos, fruto de su amor, comenzaron a crecer y a maltratarla. "Ay mamá.. cállate, estoy hablando yo"; "¿tú qué sabes mamá?, no te metas", "te ves toda mal", "sí, ya sé que tú inventas todo; yo no te creo nada", “Estoy hablando yo, guarda silencio”.
A mi tía le cambió el semblante feliz y su alegría de matraca cuando lo que aún podía salvarla, terminó por arrastrarla a la depresión: sus hijos. Ellos que de un momento a otro se convirtieron en jóvenes adultos que dejaron de ver por ella, dejaron de quererla, cuidarla, procurarla y más aún: respetarla.
Ella dejó todo cuanto tenía por su familia, por sus hijos. Jamás hubo nada más para nadie que no fueran ellos y hoy no hay cosecha para ella.
Hoy tiene los ojos caídos y la voz quebrada de tantas lágrimas ahogadas. No le queda más. Todo por cuanto luchó está en otro lugar y ella sola. Toda la desbordante felicidad que emanaba aún sola quedó en un libro viejo arrumbado.
Ella y su amor eterno al hombre que la desposó y quien le juró amor eterno y cuidarla y respetarla TODOS los días de su vida hasta la muerte. Ella que con tanto amor cuidó, crió, educó, amamantó, apapachó y amó a dos hijos que hoy le pagan con sus malos tratos. Ella que todo lo ama, todo lo siente, todo lo cree. A ella dedico estas líneas, porque yo sé, que aún con todo esto, sería capaz de perdonar estos 10 años sin sonreír con una sola frase: “Te amo”.
Guau!!!! Yo creo que todos, seriamos capaces de perdonar a tanta gente, tan solo con escuchar esa frase.
ResponderEliminarEn mi muy humilde opinion, esas dos palabras son MAGIA pura.
Me gusto mucho tu post!
Carina
Una vez mas otra historia de amor fallida, que lastima es tener que reconocer que lo que comienza como un suspiro de vida, termine en un hueco de sufrimiento, es por eso que decimos que el amor “Duele”.
ResponderEliminarDía con día lo que para muchos es fiesta y alegría, para otros es tristeza y desdicha, no cabe duda que en las cuestiones del amor somos el balín de una ruleta, solo hasta que pare sabremos la suerte que nos toco.
En mi opinión, nunca hay que dejar de intentar ser felices, por nada hay que dejar de luchar por lo que uno cree, por nadie hay que dejarse vencer.
En los temas del amor, tener la guardia arriba es síntoma inequívoco de seguridad ante el adversario.
En lo que respecta a los hijos, ellos son los menos culpables de todo esto, ya que como los eduques te responderán, la adolescencia es para todos, la edad mas sensible de nuestra vida, que si no tenemos los valores y consejos apropiados en ese momento, es posible que nos veamos envueltos en una cortina de humo, y vivamos muchas realidades que terminen por confundirnos.
Una familia llena de amor y cariño, jamás se vera vencida por ningún problema.
Nos leemos Dina Cazadora para otro día.....bye
Muchas gracias Carisky y André por sus comentarios. Estas son historias reales de mujeres que conozco, mujeres con las que convivo y mujeres tan cercanas o lejanas; pero la historia es, como todas, una prueba más de vida.
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